MOSQUITO – MARQUITAS DE AMOR

MARCAR LA PIEL CON TERNURA, LO QUE ESTA VIVO

 

A fines de junio visité Mosquito, estudio de tattoo en Paternal. A Morita Langer la conozco hace unos años y donde ella está hay amor. Mosquito tiene el alma de una casa, hay muchas plantas y linda luz. Cuando llegué Mori cortó un mango gigante y otras frutas, hubo matecitos y galletas. Nos sentamos en la barra de la cocina Mora, Sofi, al rato llegó Gon y charlamos un montón.

                                                        

 

Si bien Mosquito existe desde el 2018 “apenas era una semilla, yo tatuaba en mi taller de la planta alta. Siento que siempre hubo un impulso externo que me movió a concretar las cosas, y todo lo que fue pasando al rededor de ese deseo me hizo reconocer que no estaba sola y que estaba bien que empiece a germinarlo. Al año me junté con Feli, ahí le dimos el primer empujón fuerte, nos repartíamos las tareas, pensábamos el tatuaje, los espacios, y así fuimos improvisando cómo llevar adelante esto. Fue muy natural también, ambxs teníamos una idea base en común” Mori

 

Después se unieron Gonza, Sofi, Lola, y más personas que ayudaron mucho a que mosquito pueda dar los primeros pasos sin caerse, “ese momento fue clave: Juntamos la energía y la manija de todxs, movidxs por las ganas acumuladas de tatuar, de juntarnos, era primavera… Festejamos y nos cansamos mucho esos días, fue hermoso.” Mora

 

                              

                                                 

Mosquito se fue armando desde el acompañamiento y grupo de contención y desde un “che, hace falta algo así, no?”. El espacio fue consolidándose desde ese momento hasta acá, tomando forma, está vivo y eso es gracias al compromiso con el deseo que le puso cada unx. Morita sabe que sola Mosquito no iba a ser y se juntó con “gente que se enamoró del proyecto y quiere estar acá. Fue loco, primero estuvo la pulsión de querer o necesitar juntarnos, y después nos hicimos amigos.

 

“Tatuar es un oficio que necesita de la grupalidad. Yo siempre tatué en mi casa y pasar a estudio me hizo entender que la única manera de aprender es con compañerxs. “Vine tatuarme una vez, después conocí a las chicas, me invitaron y sentí sumarme” Sofi.

Si bien empezó siendo un “ranchito para tatuar cuando no teníamos dónde”, hay un montón de principios y valores que hacen que Mosqui sea lo que es.

Hoy el estudio funciona y va hacia un lugar de crecimiento, y para afrontar eso hay que tener cierta claridad que, honestamente, nunca la tuve tan exacta ni premeditada” Esto es en cuanto a objetivos, pero se va expandiendo y van pasando cosas cada día. 

 

Morita me dice que fue una bendición cruzarse entre todxs. En el 2020, “un año totalmente incierto, mucho desgano, fue clave juntarnos y hacer fuerza. Era algo que venía fantaseando y a fines de octubre surgió la posibilidad usar la planta baja: ahí lo pusimos todo. Hoy me flashea la confianza total que hubo por parte cada unx.”

               

 

La ternura /

 Todxs tienen una mirada parecida de lo que es el tatuaje y cómo les gusta tatuar, cómo les gusta que sea el espacio en el que tatúan, lo que pasa ahí. Esto se vibra en el lugar. Hay muchos cuidados básicos que no pueden faltar: “Mantita para el frío, un té o un cafecito, y nunca pasar por encima del deseo.” Así, tatuarse en Mosquito se vuelve una experiencia. 

No les interesa pertenecer a ese círculo de tatuadores o espacios donde la persona no tiene la decisión, por el contrario: persiste ese cuidado y voluntad de lo que quiere quien recibe el tatuaje, dónde y qué tamaño, hablar, probar en diferentes partes del cuerpo.

Presencia: el espacio es una detención, un paréntesis, un momento. Es una experiencia que se imprime en la persona además de dejar un dibujo impreso en la piel, que le va a durar tanto como el tatuaje. No hay margen para que eso que queda esté contaminado de mala onda o destrato…

Gonza nos cuenta que está leyendo el libro Las puertas de la percepción de Aldous Huxley: ”lxs humanos recordamos más las cosas tristes, lo que nos dolió, como método de supervivencia para cosas que no queremos que nos vuelvan a pasar y pensé en el tatuaje como el momento en el que te tatuaste, están cargados de algo” 

La gente se sorprende de lo que pasa en Mosquito cuando viene. Gente que vuelve feliz y se tatúa varias veces acá, se dejan el día libre para poder hacerlo completo, para entregarse al flash. Es un trato mutuo.

Hoy Mosquito son Sofi, Gonza y Morita. 

“Feli viene con menos regularidad ahora, pero siempre es una alegría encontrarnos acá y ponernos al día, sigo aprendiendo muchísimo con ellx. También está Ver clausi que vive en La Plata, ahí tiene su propio estudio pero también viene a mosqui un par de veces al mes. Ver me enseñó a tatuar, a él le debo éste giro inesperado que dio mi vida” Mori 

Lola está de viaje. “Bahio que es otro chico que estuvo tatuando el año pasado y pegamos re buena onda, se va a sumar cuando vuelva, también está de viaje.”

Y pasan varixs, les abren las puertas a invitadxs que no viven acá, pero resuenan por la forma de trabajar. “Es muy común que la gente se mueva, es un oficio bastante nómade y vas armando redes con estudios y gente que vas conociendo” Sofi.

Lo de “mosquito” es tal cual, van volando y pinchando…

 

 

 

Qué miran cuando eligen con quienes trabajar?

Lo primero entra por los ojos y también cómo se acerca esa persona, cómo nos escribe, todas son pequeñas señales. Ver qué muestra, qué trabaja, si es una búsqueda lo que tiene o es más comercial, que no es tanto para lo que está este espacio. Si la persona está conectada con lo que dibuja y explora, eso es una señal de que sí, porque quizás no está tatuando hace tanto y necesita un espacio y eso ya es suficiente: que esté conectada con lo que hace. Puede tatuar casi cualquier persona, pero tener un interés en crecer, en desarrollar algo, en plasmar algo propio. El tatuaje, el dibujo, la expresión, la canalización están muy cerca. Me dicen entre lxs tres.

 

De qué van sus mundos?

“Hay mundos propios, me la flashea mucho cómo se generó el mundo Mosquito por lxs que estamos siempre. Mori siempre hacía flores, Feli un puntillismo, Sofi unas personitas chiquitas y se empezó a cruzar todo. Yo después de tres meses de estar tatuando acá hacía personitas, puntillismo y flores, medio que inconscientemente eso se metió en mi cabeza” dice Gonza y lxs tres se ríen y agrega, las cosas que están en el espacio, las mariposas que están en todos lados, de pronto todxs tenemos mariposas. 

Es compartir espacio, clima, estímulos. Intercambios constantes, dice Mori. Hablan de mundos sensibles. La ternura, muy presente, mezclada con también con algo adulto. Ilustraciones de cuento, pero sabiendo que no son niñxs.  

Todo es amorosidad, suavidad. Obvio que el tatuaje tiene su lado más “gore” si se quiere, pero no hacemos mucho alarde de eso. Vienen de “estar un poco hartxs de que el tatuaje sea ser malos y ser chabones musculosos, todo esto de la ternura y ser cute, es también esa búsqueda” Gon.

 “Si va a haber dolor, hay maneras de acompañarlo, es algo muy mental y hasta se puede transformar en algo meditativo, cuando te tatuas te das cuenta que podes controlarlo bastante con la respiración y acompañar eso y sacarle la carga de que tatuarse es una hora de pasarla mal” Sofi.

Es una forma de meditar, entonces, llevarte un tatuaje en la piel hecho en Mosquito.

Y una manera de contrarrestar lo hostil del tatuaje, está bien darle lugar a la ternura, “es nuestra arma” Gon. Y el espacio es para quienes resuenen con esto.

Mirar el tatuaje y que te de alegría.

 

A todo el mundo hoy le pica el bichito de marcarse y ampliar el espectro, que no sólo sea de machos, acá podes llorar. Un lugar más suave, Vení, tatuate y llorá, están lejos de querer censurarte eso, cerca de generarte todo lo contrario.

 

Los tatuajes son recuerdos, y acá todo parece que lo que dejan en la piel son marquitas de amor.